CUENTO No. 38: LOS ESTADOS DEL SER Cap. 11 El estado de la integración
- Paulina Villegas
- 18 jun 2023
- 7 Min. de lectura
Estamos en un mundo de polaridad, eso no lo podemos negar. Sí, la idea es lograr trascenderla y llegar a la unidad, pero para llegar allí hay que ver, vivir, comprender y, finalmente, integrar esa dualidad. A este sendero también podría llamarlo el sendero de la “conquista de la sombra”.

Nuestra condición humana hace que vivamos esa dualidad dentro de nosotros. En lenguaje común podríamos decir que todos, sin excepción, tenemos “defectos y virtudes”. Yo lo llamo luces y sombras; y la verdad creo que mientras vivamos siempre las tendremos. Así trabajemos mucho por ser esa “mejor versión” que tanto se nos vende hoy en redes sociales. De hecho, para mí, el tener sombras y luces nos hace ser perfectos, tal cual somos. El asunto aquí es ¿en dónde queremos vibrar? ¿Bajo el yugo de la sombra o usando la sombra para sacar toda nuestra luz?
“Solo aquel que sabe apreciar la dualidad como un aspecto de la manifestación puede mostrarla, ayudando a verla de un modo armónico, pues en definitiva no hará sino mostrar los dos caminos que llevan a una misma meta” (Villarubia, Haut, & Millera, 2003).
Y te preguntaras ¿Cuál es la meta? Auto dominarnos y sacar toda nuestra luz.
Este sendero se corresponde con la virtud de la fortaleza, que en el tarot es la mal llamada fuerza. Es un sendero que nos invita a conquistar amorosamente la sombra y a usarla a nuestro favor para sacar toda nuestra luz; por eso le llamo el estado de la integración. La sombra no se combate, no se fuerza, no se lucha contra ella. La sombra se integra como esa parte de nosotros que nos permite ver aquello que detona nuestra reactividad para aprender a dominarnos y decidir, ante esos estímulos conocidos, actuar con proactividad.
La verdadera fuerza/fortaleza que estamos llamados a desarrollar es aquella que se encuentra en el instinto de superación; pero no se trata de superar a los demás. Se trata de superar nuestras propias acciones y reacciones, concibiéndonos como sagrados en nuestra dualidad. “Nos hacemos verdaderamente fuertes cuando domesticamos a punta de dulzura la fiera que nos habita, la oscuridad que nos circunda” (Ventura, 2020)
Transitar este estadio en una encarnación nos lleva a un profundo y serio trabajo interior que nos permite entender que nuestro bienestar no proviene de otros o los placeres del mundo exterior. Nada que ver. Nuestro bienestar proviene de nuestro ser, de la capacidad que tenemos para hacernos responsables de nuestros pensamientos y nuestras emociones. Es un sendero que nos llevará a desarrollar la fortaleza para darnos todo aquello que necesitamos, porque es así como podremos vivir plenamente nuestro poder.
En un Plan del Alma, este sendero bien aspectado nos habla de una persona con una fortaleza interna muy poderosa. Una persona magnética, que sabe autogestionarse y maneja muy bien sus “defectos” sin reprimirlos o esconderlos. Una persona segura de sí misma, respetuosa de su dualidad y, como tal, respetuosa de la dualidad de los demás, haciéndola profundamente compasiva y comprensiva. Por otra parte, un mal aspecto en este sendero nos pide desarrollar la seguridad en nosotros mismos y nos mostrará como personas poco sociables y con una baja capacidad de autodominio. Los bloqueos a nivel energético se presentan en:
Dificultad en comprender el rigor, lo restrictivo
Dificultad en percibir y comprender el instinto
Carencia de fortaleza ante la diversidad
A nivel físico nos muestra problemas de bazo y páncreas (diabetes), anemias. Problemas con glóbulos blancos. Manos, digestiones lentas y pesadas.
El llamado que este sendero nos hace es a desarrollar un juicio inteligente, utilizando la ley de causa, consecuencia y la objetividad; llegando así a la coherencia absoluta.
Les voy a confesar algo. Yo creo que parte del éxito que tiene el proceso que desarrollo con las personas que me “consultan” es el de permitirles verse “imperfectos”, con luces y sombras y hacerles ver la perfección de esa imperfección. Es verdaderamente sanador comprender que no puede existir “el bien sin el mal”, son dos caras de la misma moneda y si alguna de las dos faltara, pues, no existe moneda. Somos una “moneda” con dos caras: bondad y maldad. Si no logramos integrar esa gran verdad a nuestra vida es muy difícil vivir con tranquilidad y certeza. E incluso, sería imposible hacer el trabajo de “corrección” que nos pide hacer un Plan del Alma. De hecho, sería innecesario ese plan porque no habría nada que “trabajar”.
Vernos en nuestras luces y nuestras sombras, aceptarlas e integrarlas nos permitirá entrar en nuestro poder. Nos permitirá vivir sin miedo a mostrarnos tal como somos y honrarnos tal cual; lo que se traducirá en respeto por todo y por todos, al comprender que llevamos implícita esa dualidad y es el soporte sobre el que podremos desarrollar nuestro trabajo espiritual.
Uno de los perfiles que comparto en el proceso que nombro Escaneo 360, es el llamado: El ADN del Alma. Aquí les entrego una serie de “claves energéticas” que se tratan de una especie de codones que traemos en el aura, muy parecidos a los codones del ADN biológico. La cuestión es que en el ADN biológico son 4 y en el ADN del Alma son 11. Cada codón tiene “la libertad” de vibrar en una frecuencia baja o alta, y, dependiendo de esa vibración manifestará defecto o virtud. Lo hermoso de ese trabajo es que cada codón tiene su descripción desde la sombra (defecto), desde la luz (virtud) y, adicionalmente, su “don divino – sidhi” par.
A lo que quiero llegar con este comentario es a decirte que, a lo largo de este tiempo, he aprendido que el llamado real es a vibrar en “neutralidad”. El verdadero reto es trascender la dualidad que nos rodea y ver, que tras el velo de esa ilusión, está la unidad. Es en la neutralidad donde se presenta la iluminación de la que nos han hablado todos los maestros, gurús y guías espirituales. Creo que transitar este sendero con compromiso, voluntad y ganas permitirá entrenarnos para lograr ver la perfección de todo lo que es, como es; sin querer cambiar nada por capricho o mandato social y/o moral.
Ahora bien, todo esto suena muy bello, pero ¿Cómo transformar nuestras sombras?
El método que yo uso consta de 4 pasos: permitir, observar, aceptar e integrar.
Permitir: lo primero que hago es hacerme consciente de que tengo “x” sombra dentro de mí. Puede que no me guste y hasta me avergüence pero, por principio de realidad, debo reconocerla y saber que la tengo y la manifiesto de vez en tanto. En este paso solo me permito reconocerla en mí, en total rendición.
Observar: luego de reconocer que tengo esa sombra me permito observarla. Quiero saber cuándo se manifiesta, qué la detona, cómo me hace reaccionar, de dónde viene y para qué está. Es muy loco, pero le permito ser, le permito salir, con el propósito sincero de conocerla y estudiarla, para amigarme a ella y con ternura poder integrarla.
Aceptar: luego de haber observado por un tiempo prudencial la sombra y todas sus manifestaciones, de forma orgánica el proceso me lleva a aceptarla y decir, si señor, esa también soy yo. Esa partecita fea también hace parte de mí y está ahí para permitirme hacer el trabajo del “tikun o corrección”.
Integrar: aceptar mis sombras me dará la autoridad de autogestionarme y quitarle poder a las reacciones automáticas que esa sombra me llevaba a hacer; y cuando dejo de reaccionar “instintivamente” frente a las situaciones de la vida es cuando siento la verdadera libertad de elegir que permito que me afecte y que no; y como tal como actuar. Yo siento que he integrado una sombra cuando veo que ya no reacciono frente a situaciones detonantes que antes me hicieran actuar de forma incoherente e irracional dominada por ella.
Te doy un ejemplo, de la vida real. Yo tengo la sombra de la ira profunda, de la ira visceral que viene del hígado con tanta fuerza que quema por dentro (reflujo gástrico). Esa sombra me ha mostrado unas manifestaciones devastadoras cuando sale sin ningún tipo de filtro y control y hace que lance veneno por mi boca, porque la ironía que manejo en esos momentos reactivos es insuperable. Y es muy loco, porque alguien alguna vez me pregunto que si yo me enojaba. Que me veía tan dulce, tranquila y amable que no creía que yo me pudiera enojar. A lo que le contesté… soy muy brava y cuando me enojo hay que tenerme miedo. Yo no soy dulce y amable por querer parecer dulce y amable. Yo soy así porque soy así, pero reconozco que esa dulzura y amabilidad tienen su par programado de sombra que es la ira profunda. Y esa también hace parte de mí. Lo sé y lo digo.
Ahora, la diferencia es que conozco tan bien esa ira que se que la despierta y como reacciona. Entonces, cuando llega la situación examen a pasarme la cuenta… Veo la situación, digo esto me está agitando mi “león” … Paro antes de reaccionar. Respiro y genero una acción que me permita sentir la rabia sin “acabar con el mundo”. Salgo a caminar, grito, lloro, respiro… en fin. Uso varias técnicas para procesar la emoción sin reaccionar. Y ¿sabes una cosa?
He visto que cada vez hay menos cosas que me sacan esa fiera.
Hacer este ejercicio de autodominio e integración demanda de cualidades como la paciencia, la autocompasión y la gentileza, para abordar este “trabajo” con suavidad y delicadeza. Nuestro mundo nos habla de la lucha, de la conquista y nos invita a ser guerreros. Palabras que incitan mucho más a la fuerza que a la fortaleza, a la que quiero resaltar dentro del marco de este estado.
Transitar este sendero no tiene por qué ser un proceso tenso, ni difícil. Por experiencia propia puedo decirte que puede ser un proceso amoroso, compasivo y, hasta, divertido. Solo depende de que te acompañes de las cualidades correctas, como estas que menciono: paciencia, autocompasión y gentileza y te permitas ser con total libertad.
Para terminar mi cuento de hoy, quiero dejarte las siguientes preguntas:
¿Conozco el balance entre mis virtudes y mis defectos?
¿Qué comportamientos y patrones me dan fortaleza interior?
¿Qué pasiones internas necesitan ser expresadas y reconciliadas?
Si este cuento te resonó… te invito a hacer estas afirmaciones:
“Traigo deliberadamente mi compasión y fuerza hacia adelante
y las uso para el bien”
“Acepto la suave fuerza interior y la dejo brillar en el mundo”
Pauli.





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