CUENTO No. 23: ACEPTACIÓN NO SIGNIFICA RESIGNACIÓN
- Paulina Villegas
- 5 mar 2023
- 7 Min. de lectura
Cuando era joven (aún lo soy, pero más joven) me daba rabia que la gente hablara del destino como algo que estaba escrito y nada podíamos hacer frente a eso. Recuerdo mucho una frase que la gente decía: “… si Dios quiere” a la que yo siempre respondía: “Dios si quiere, ¿quiere usted?...” Siempre de forma muy intuitiva pensaba que nosotros somos los que hacemos y creamos nuestra vida y que pensar en ese destino nos quitaba el derecho y la responsabilidad de hacer lo que queríamos hacer.
Unos años más tarde, y después de muchas experiencias vividas, sigo pensando que nosotros somos los creadores de nuestra vida y los responsables 100% de nuestra realidad. Sin embargo, al estudiar mucho sobre el Alma y sus planes, he descubierto que si hay una especie de camino, ruta, destino (ves como aún me cuesta decirlo) que está trazado con una finalidad específica. Me ha tocado aceptar que la vida tiene sus propios planes, sus propias reglas, sus propios principios y el hecho de aceptarlos o no, será directamente proporcional a mi felicidad o sufrimiento.
Muy a principios del año 2020, una astróloga muy especial de la ciudad de Medellín me regaló dos libros que no se consiguen fácilmente. Uno de ellos se llama “De regreso al cielo” y en él se estudian 7 llaves maestras de la vida. La primera es la Aceptación y comienza el texto con esta frase preciosa: “Vivir en amor sin luchar, es aceptar”.
Sin embargo, vivimos en una condición de lucha permanente. Todo el tiempo estamos luchando contra la vida queriendo acomodar la realidad a nuestras propias creencias e ideales; y esto lo hacemos porque creemos que cuando nuestros ideales y anhelos se cumplan a cabalidad encontraremos la paz y seremos completamente felices. Pero estamos muy errados porque ya lo sabemos y lo mencioné en uno de los cuentos anteriores. Por nuestra misma naturaleza humana cuando alcanzamos un ideal inmediatamente tenemos otro en mente. No hay forma de llenarnos, siempre estamos en la búsqueda de algo más. Es nuestra condición y el motor de nuestras vidas. Los deseos nos ayudan a mantenernos vivos y activos. ¿Lo recuerdas?
Y encuentro algo paradójico en toda esta lucha. Nosotros queremos cambiarlo todo. A las personas, las circunstancias, el mundo, pero odiamos el cambio y nos aterra el solo pensamiento de cambiar nosotros. Pensamos que somos los poseedores de la verdad absoluta y andamos repartiendo consejos a diestra y siniestra sin ni siquiera habérnoslos pedido. Es muy loco de verdad. Personalmente encuentro a muchas personas que, con toda la mejor intención y su amor, desean cambiar la forma en la que me expreso, como uso las redes sociales, como decoro mi casa. En fin. Se que desean lo que creen lo mejor para mí, pero ninguna entra preguntando ¿tú qué quieres, cómo te sientes mejor, estás bien así como estas? Y alguien que escuchaba y veía eso me dijo unas palabras que encuentro muy sabias…. No sigas consejos de nadie que no haya llegado a donde tu quieres estar.
Aceptar lleva implícito el verbo respetar. Ese que tanto defendemos para nosotros y atropellamos para los otros.
No se si lo sabes, pero lamentablemente debo decírtelo en este cuento de la semana. Es, prácticamente imposible, que tu, ser humano, cambies el entorno que te rodea. Todo en el universo tiene un propósito y hasta la “maldad” y los seres “malos” desempeñan un papel en el orden universal. Por el hecho de que tu no lo entiendas no significa que hay error y el Universo está equivocado. El “mal” y el bien son parte del orden. No puede haber orden sin alguno de los dos.
En uno de mis estudios sobre los ángeles encontré esto tan hermoso que te quiero compartir aquí:
Estamos habitados por dos tipos de fuerzas: las angélicas y las luciferianas. De las primeras recibimos alimentos sublimes que dan lugar a impulsos también sublimes, a buenas acciones, a sentimientos y pensamientos elevados y altruistas. De las segundas recibimos impulsos contrarios al orden divino, que nos llevan igualmente al conocimiento, pero por el camino doloroso de la experiencia material. Los Luciferes nos ayudan pues a descubrir la verdad por contraste, por oposición al impulso que ellos promueven en nosotros con sus fuerzas; es el sistema". Kabaleb.
Mejor dicho… si no quieres hacer lo que te corresponde por las buenas, lo haces por las malas. Pero el trabajo hay que hacerlo.
De acuerdo a esta consideración los Luciferes son una parte súper importante del sistema porque generan equilibrio y, con sus métodos no tan positivos, llevan a que nosotros tarde o temprano encontremos el camino. En palabras de Kabaleb: Los Luciferes igual son trabajadores de Dios.
Ahora bien, cuando digo aceptar no es resignarse. Quiero decir lo siguiente. Para mí la resignación es una especie de acto de rendición, de desgane, de inacción. Es como, si así son las cosas, yo para que hago algo. Y ahí si no estoy de acuerdo. Yo si puedo cambiar algo, y de hecho, es una de mis misiones principales en esta encarnación. Yo puedo cambiarme a mí.
“Los ideales que se centran en nosotros mismos se convierten en una poderosa fuerza interior que nos permite crear una vida sin límites” Nueva humanidad.
Entonces acepto que las cosas son como son, el país en el que vivo es como corresponde y me está mostrando/enseñando algo sobre mi que debo descifrar; las personas son como son, la vida es como es y es perfecta. Pero no me resigno a seguir en el mismo lugar de involución, a no aprender del entorno que tengo, a dejar de hacer lo que me corresponde en mi propósito de vida. No me resigno a sentarme aquí a esperar que la vida pase por mi y yo no haya pasado por ella.

“Solo aquel que acepta la realidad presente como una oportunidad para el cambio interior; podrá vivir en una nueva realidad de paz y armonía”. Nueva humanidad
Cuando levanto Planes del Alma = Arboles de la vida, veo que hay cosas que inexorablemente están allí porque necesitamos transitarlas para madurar o integrar algún aprendizaje. En mi versión “antigua” yo diría: no, me resisto, eso no puede ser, tú puedes cambiar las cosas. Pero ahora lo veo diferente y con mayor claridad. Y lo voy a explicar con un tema que me tocó mucho.
El pasado mes de noviembre me llego un correo de mi actual instructora de yoga diciendo lo siguiente: “A veces me encuentro a personas que llevan toda la vida cuidándose físicamente y descuidan su mente y sus emociones. Llevan una alimentación de 10, se suplementan con los mejores productos, el cuerpo físicamente está cuidado tanto con una disciplina diaria de yoga u otras e incluso gimnasio, hacen deporte como bicicleta o running a tope de cardio. Pero acaban con alguna enfermedad.”
De igual manera, hay otro grupo de personas que viven en la teoría espiritual, hacen meditación, se han estudiado 2 o 3 veces el curso de milagros, hacen formaciones mensuales sobre la gestión de emociones y localizan rápidamente el problema propio y de los demás. Pero de repente un día, acaban con alguna enfermedad.
Quizá la clave está en ser uno con todas las teorías y llevarlas a la práctica. E incluso también entender que la enfermedad es un proceso al cual debemos entregarnos y aprender que las cosas solamente suceden, sin darle tanta mente a todo. Ni estar obsesionados por la sanación. En el retiro, en algún momento hablé sobre esto mismo. Lleva pasando toda la vida que seres espirituales, gurús y maestros mueren, y los familiares evitan explicar el porqué de su fallecimiento, para evitar entrar en polémica. Personas que se dedicaban a la sanación, que sanaban a los demás y después ellos no consiguieron sanarse a sí mismos. El síndrome del sanador herido. A veces la gente enferma porque debe enfermar. A veces lo que le queda aprender a esa persona es a entregarse a la enfermedad, a dejar de controlar el bienestar, a dejar de controlar el extremo cuidado del cuerpo con tal de no sufrir y no morir. Cuando es algo que sucederá. Ambas cosas sucederán. Sufrir y Morir. Volcamos nuestro presente en justamente que no sucedan ninguna de las dos cosas. Vas al trabajo cada día para no sufrir de hambre ni morir por lo mismo. Y así un constante. Yo, que me he formado en (para mi) las mejores enseñanzas sobre la sanación, entre ellas biodescodificación en la que me he centrado estos últimos 10 años de mi vida. Comparto a tod@s vosotr@s que la enfermedad y la muerte llegan cuando estaban programadas. Quizá lo mejor es entregarse a la experiencia de la misma. Pues la enfermedad en sí es siempre una sanación y es la resolución del problema. La enfermedad sale como modo de expresión de lo retenido. Es una expresión que no queremos, pero es la manera que tiene el cuerpo de solucionarlo. Al salir, ya está sanando. Es uno de los mayores aprendizajes. Es una de las mejores experiencias.
Solo sentir. Sentir como la vida pende de un hilo y solo entonces "la realidad" te pega fuerte para demostrarte que ahora o nunca. Ahora solo lo vital, lo importante, lo esencial. Todo lo demás es COMPLETAMENTE secundario” Marta Millán.
Me pegó fuerte porque si, uno a veces hace muchas cosas por evitar. Y pues no se evita lo que debe pasar, pese a todos tus esfuerzos. Por ello empecé a reflexionar y todos los días me repito. Hago yoga y meditación porque hoy quiero sentirme con esa sensación de paz y certeza que me queda cuando medito. Camino porque me da un placer enorme. Me alimento bien porque hoy no quiero sentirme pesada. Y así. Hago las cosas porque en el presente me gusta como me hacen sentir, pero no poniendo expectativas en resultados a futuro que pueden no darse.
Concluyendo un poco, aunque al escribir me doy cuenta que de este tema puedo hablar y hablar y hablar.
Hoy reconozco en mi vida que las cosas son como son y todo lo creado tiene un propósito. Así que las acepto y, en la medida de lo posible, las respeto. No me resigno a pasar por esta vida sin hacer lo que me corresponde, a aprender, a indagar, a conocer y a vivir la experiencia de esta condición humana en la forma en la que mi Plan del Alma lo trazó. Y a medida que voy aprendiendo, madurando e integrando voy creando mi realidad de acuerdo a los deseos del Alma.
Un cuento muy reflexivo. Espero te sirva un tanto.
Pauli





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